La historia de Santiago de Compostela está íntimamente ligada a los robles y a los robledales. Según relata el Códice Calixtino, de 1139, los discípulos del Apóstol Santiago, Teodoro y Atanasio, trasladaron su cuerpo desde Padrón hasta el Liberum Donum –bosque Libredrón-, un frondoso bosque donde fue enterrado alrededor del cuál nació la ciudad de Compostela.
Santiago es la ciudad gallega con más robledales en sus parques, entre las que cabe destacar el de Santa Susana y el de San Lourenzo por su situación y antigüedad (esta última incluida en el catálogo de árboles singulares de Galicia). Junto a estos dos robledales, la de Sano Domingos de Bonaval, la de Conxo, la de la Selva Negra, la del parque del Espiño, la de Vista Alegre, la del parque José Zeca Afonso, la del Restollal y la de Esgrimía, todas ellas con robles centenarios, forman parte del patrimonio verde de la ciudad.
En general, la mayoría de los montes gallegos fueron tradicionalmente una importante fuente de recursos y se deforestaron para obtener leña y carbón, madera para vigas y traviesas del ferrocarril o para la construcción naval, corteza de roble (por sus taninos) para las industrias del cuero o simplemente para obtener nuevas tierras de cultivo. Solo aquellos bosques que estaban en zonas más montañosas o que no servían como tierra de cultivo y las que pertenecían a los monasterios o señoríos permanecieron intactas.
Así, al pie del río Sar a su paso por Conxo encontramos los restos del que fue el gran bosque del monasterio de Santa María de Conxo. El predio original del monasterio, de unas 25 hectáreas aproximadamente, comprendía zonas de prado, de labradío, huerta y un gran bosque de robles, castaños, pinos, alisos y chopos (Diccionario Geográfico de Pascual Madoz, Tomo VI, página 565. Año 1850). Para entender algo de lo que sucedió con aquel bosque original tenemos que remontarnos a los sucesos acontecidos en la primera mitad del siglo XIX, cuando la desamortización de Mendizábal declaró la supresión de todos los monasterios y órdenes monacales y militares trayendo consigo la reducción o la pérdida de muchos de estos bosques. Este fue el caso del robledal del Banquete de Conxo en 1882. El monasterio de Santa María de Conxo quedó exclaustrado en 1835 y permaneció en estado de abandono medio siglo, hasta que en 1885 se inaugura el manicomio. El bosque se mantuvo cómo lo habían dejado los mercedarios hasta comienzos de 1882, año en el que, coincidiendo con el inicio de la construcción del psiquiátrico, hubo una tala indiscriminada para leña de más de 500 ejemplares de robles, castaños y pinos por parte de tres frades mercedarios que, sin permiso, habían ocupado parte del que había sido el convento. De estos hechos dio buena cuenta Rosalía de Castro, que denunció la destrucción de este bosque con dos poemas: “Los Robles” (publicado por primera vez en Buenos Aires en el mismo año 1882) y “¡Jamás lo olvidaré…! de asombro llena”, ambos incluidos en su libro En las orillas del Sar (1884).
¡Jamás lo olvidaré!… De asombro llena
(…) ¡Profanación sin nombre! Dondequiera
Que el alma humana, inteligente, rinde
Culto á lo grande, a lo pasado culto,
Esas selvas agrestes, esos bosques
Seculares y hermosos, cuyo espeso
Ramaje abrigo y cariñosa sombra
Dieron á nuestros padres, fueron siempre
De predilecto amor, lugares santosQue todos respetaron.
(…) Y sin embargo…,
¡Nada allí quedó en pie! Los arrogantes
Cedros de nuestro Líbano, los altos
Gigantescos castaños seculares,
Regalo de los ojos; los robustos
Y centenarios robles, cuyos troncos
De arrugas llenos, monstruos semejaban
De ceño adusto y de mirada torva,
Que hacen pensar en ignorados mundos;
Las encinas vetustas, bajo cuyas
Ramas vagaron en silencio tantos
Tercos, impenitentes soñadores…
¡Todo por tierra y asolado todo!
Ya ni abrigo, ni sombra, ni frescura;
(…)Todo marchito y sepultado todo
Sin compasión, bajo el terrible peso
De los ya inertes troncos. La corriente
Mansa del Sar, entre sus ondas plácidas
Arrastrando en silencio los despojos
Del sagrado recinto, y de la dura
Hacha los golpes resonando huecos,
Cual suelen resonar los del martillo
Al remachar de un ataúd los clavos…
Años después de la desamortización tuvo lugar en este robledal un hecho de gran simbolismo e importancia social en Galicia y, probablemente, el hecho más singular de su historia: el 2 de marzo de 1856 algunos estudiantes liberales invitaron a varios artesanos a un almuerzo de confraternidad que se celebró a la sombra de estos robles, conocido cómo el Banquete de Conxo. A pesar de las amenazas de los conservadores y la presencia de las fuerzas de seguridad, figuras tan relevantes del Resurgimiento como Aurelio Aguirre, Eduardo Pondal, Luis Rodríguez Seoane y puede que también la misma Rosalía de Castro, se reunieron en el Robledal de Conxo para celebrar un banquete de confraternización entre estudiantes y obreros.
Tras la tala indiscriminada que denuncia Rosalía de Castro en 1882, coincidiendo con el inicio de la construcción del manicomio que si inauguró en 1885, el bosque permaneció inaccesible, en estado de semiabandono, hasta que en el 1985 se acuerda construir el nuevo Hospital Provincial que ocupó algo más de 3,5 ha del antiguo monte.
En 2018 el Ayuntamiento de Santiago, continuando con las obras de acondicionamiento de toda la ribera del río Sar y en recuerdo de este almuerzo democrático, logra abrir, recuperar y acondicionar el espacio para uso público del vecindario. Allí se celebra desde aquella una fiesta anual en la que se recrea el fraternal convite