Nacimiento de iniciativas privadas
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La piel fue una de las industrias más extendidas en Galicia. Esta actividad llamada de curtidurías, tenerías y pelamios, dejó una pegada importante en aspectos sociales, laborales, toponímicos y arquitectónicos y, el río Sarela aglutinó la mayor parte de este tejido industrial en Compostela.
La ciudad de Santiago de Compostela, junto con Allariz y Noia, fue uno de los principales puntos de preparación de la piel animal para las industrias del calzado, vestido y otros usos del cuero. El total de factorías de la ciudad llegó a ser de veinticinco. Todas ellas datan de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX Cada una de ellas con su historia de compras, ventas, traspasos y decadencia. En las márgenes de los ríos como el Sar y, sobre todo del Sarela nacieron, se consolidaron y colapsaron factorías que mantuvieron las arcas compostelanas, junto con la catedral y la Universidad.
Un gran empujón a la curtiduría en Compostela supuso la aparición en el año 1779 del llamado “decreto de extranjería”. Unos impuestos a las importaciones manufacturadas procedentes de las provincias vascas cara Castilla Por consecuencia fue que muchos industriales vascos escogieron instalarse en Santiago Junto a esto, la política de la Ilustración en España, implementó medidas económicas para el desarrollo de las manufacturas como la Real Cédula de 1781, que concedía diferentes privilegios a todas las curtidurías del reino.
El curtido en Compostela apunta ya al siglo XVI, cuando los gremios de zapateros-curtidores trabajaban fuera de los límites de la ciudad por el mal olor de esta actividad. Las ordenanzas consistoriales obligaron a localizar las instalaciones en las márgenes del río Sarela mayormente.
Intramuros de Compostela en el siglo XVI existían varios píos para la cáscara molida de árboles utilizada para teñir las pieles. Y en el siglo XVII se mencionan dos, “a tahona da Oliveira” y lo “Picho da Cerca” en el Matadero.
La segunda mitad del siglo XVIII trajo las tenerías privadas al modo capitalista, lo que supondría el paso de un sistema productivo descentralizado de carácter artesanal y gremial, a uno cada vez más centrado, con un empresario propietario de una o varias fábricas que emplea a asalariados libres La de la calle de las Trompas fue la primera curtiduría industrial de Santiago que empieza a operar en 1783, es propiedad de los Servida, músicos de origen italiana que trabajan como trompas en la Catedral y que contratarán a un maestro vasco para la dirección de la fábrica. La segunda tenería fue la de Ponte Pedriña de Arriba, propiedad de Ignacio Calvo, empresario ferrolano. Y en el año 1790 Juan Espino abre otra en la Ribeira de San Lourenzo.
Un dato bien curioso es la llegada a Compostela a partir del 1780 de maestros artesanos procedentes del País Vasco, tanto de la parte española cómo francesa, fenómeno que se irá ampliando gracias al llamado de parientes ya instalados en Galicia.