VALORES ARTÍSTICOS Y ARQUITECTÓNICOS
El convento construido en el siglo XII seguía las técnicas y diseños propios del Románico. De esa época el edificio solo conserva dos arcos de medio punto y parte del claustro.
El convento construido en el siglo XII seguía las técnicas y diseños propios del Románico. De esa época el edificio solo conserva dos arcos de medio punto y parte del claustro.
Según la escasa documentación de la época, se sabe que de aquella, el monasterio tenía tres naves. En todas ellas podían verse figuras talladas en piedra, representación del Antiguo y Nuevo Testamento.
El mantenimiento de este monasterio se sufragaba con donaciones, rentas y otras aportaciones de las gentes del lugar. Pero en el siglo XV tanto las monjas como el mismo convento, pasaban por una mala época, documentándose el estado ruinoso del edificio.
En ese momento el arzobispo compostelano Fonseca recibe de la superiora de la orden, la renuncia al convento y posesiones. Fonseca entrega el patrimonio a los monjes mercedarios a perpetuidad. Comienza en ese momento la primera gran reforma arquitectónica del primitivo edificio; pero de esos años no hay mucha documentación.
Podemos decir que aun quedando restos de la época medieval, y de las obras hechas en el siglo XV, a partir del siglo XVII es cuando se realizan las mayores obras de remodelación. Las exigencias eran construirlo todo en perpiaño, pero si no fuera posible, podría hacerse en mampostería siempre que no se viese a primera vista, y para las obras de remodelación de esta época fueron reciclados materiales del primitivo convento medieval.
De 1608 tenemos constancia del inicio de obras por parte del maestro González de Araujo, quien tendrá el encargo de restaurar, cuando no derribar y reedificar, partes enteras que amenazaban caer. Entre 1693 y 1710 trabaja fray Gabriel de Casas en la nueva iglesia.
La acción más significativa fue la fachada principal del monasterio, obra de Simón Rodríguez, con la portería de Clemente Fernández Sarela (siglo XVIII).
Simón Rodríguez, arquitecto santiagués y uno de los máximos exponentes del barroco de placas, trabaja en la remodelación del monasterio entre 1729 y 1737. Proyecta la fachada actual, el claustro, los retablos de la iglesia y la capilla del Santo Cristo. En esta capilla está el Cristo Crucificado obra de 1628 del escultor monfortino Gregorio Fernández, uno de los paradigmas del barroco español quien nos presenta una magnífica talla de gran realismo. Simón Rodríguez no solo se ocupó de la capilla, sino que también diseñó para esta, unos sepulcros de tipología muy novedosa.
En la iglesia aún hay que mencionar dos obras importantes de la imaginería de Compostela, un San José y un San Andrés que Ramón Otero Túnez atribuye a Mateo de Prado, escultor gallego discípulo de Gregorio Fernández. Mateo de Prado es autor, entre otras obras en Santiago, de la sillería del coro de San Martin Pinario. Estas tallas, podemos verlas en la nave lateral izquierda, donde también se encuentra una figura de Santiago peregrino, una representación del Apóstol muy poco frecuente, que nos indica la vinculación de este monasterio al Camino Portugués que pasa a su lado.