Curtidurías del Sar
La piel fue una de las industrias más extendidas en Galicia. Esta actividad, denominada curtidorías, tenerías y pelamios, dejó una importante huella en aspectos sociales, laborales, toponímicos y arquitectónicos y, aunque el río Sarela aglutinaba la mayor parte de este tejido industrial, en el río Sar encontramos también la huella de esta industria en Compostela.
Fábrica de Amio
Esta fábrica también es conocida como A casa da Braña. Se encuentra en Amio, próximo a la actual vía férrea Santiago-A Coruña. Sus inicios se remontan a principios del siglo XIX, cuando el maestro curtidor vasco-francés Bernardo Arriaga, con la adquisición de foros de diferentes fincas, consiguió los terrenos para iniciarse en la industria del cuero. En 1805 ya fabricaba pero no disponía de muchos recursos, por lo que tuvo que solicitar créditos para financiar las materias primas. Con la muerte de Arriaga las deudas fueron abundantes y quedó como propietario de la fábrica su hijo Pascual Arriaga, también maestro curtidor de Ponte Vella de Vidán, que sigue trabajando como empleado en esta fábrica y no continúa con la curtiduría de su padre. Como resultado, en los años cuarenta, esta modesta tenería ya estaba cerrada. El estado de conservación actual es malo, apenas se reconoce algún resto de los muros de la fábrica y alguna canalización.
Fábrica del Viso
Fue construido en 1821 por Pedro de Andrés Ibáñez, yerno de Rodríguez Abella, y propietario de la curtiduría de Lavacolla. Este lo ayudó, brindándole algunos créditos para ponerla en marcha, ya que él era uno de los prestamistas más grandes de la ciudad. Se trataba de una fábrica de tamaño medio que, a su muerte en 1854, pasó a manos de sus hijos, llegando a ocupar, en ese momento, el tercer puesto de la ciudad en cuanto a pago de aportes industriales. A fines de la década de 1960, el interés por la fábrica decae y los socios en se momento retiraran 161.000 reales para colocarlos en diversas partidas de deuda pública, que en 1881 pierden una parte importante de su valor. Esta devaluación conduce a su cierre definitivo antes de que finalice el siglo. Su tamaño indica la importancia de este tipo de industria en Compostela. El estado actual de conservación es desigual: el edificio de la casa y parte de los secaderos quedan en pie y también podemos encontrar algún pilón en dirección al río Sar.
Fábrica de Picaños
La curtiduría de Picaños fue una de las últimas que se construyeron en Santiago, pero la primera propiedad de miembros de la familia Harguindey, que, con el paso del tiempo se convertiría en el principal grupo empresarial de curtidurías de Galicia, en buena medida por los buenos resultados obtenidos de esta curtiduría. Juan Arguindey Garra llevaba 10 años en Santiago, donde empezó a trabajar como oficial en la fábrica del Carmen, de su tío Beltrán Garra. En 1823 compró varios terrenos y una casa que estaban bajo el dominio del Hospital Real, a orillas del río Sar. Dos años tardó en construir en ellos la curtiduría, que constaba de una casa con un almacén, varias dependencias para fregaderos, vaquerías y también ocho ferrados de campo para sembrar. En 1829 se asoció con su hermano Santiago y tres años más tarde, en 1832, tras adquirir la curtiduría de San Nicolás de Sar, decidieron separarse de tal forma que Santiago se quedó con esta última y Juan con la de Picaños. La fábrica de Picaños fue pionera en introducir una máquina de vapor para mover un molino de cáscaras.
Llegó a ser una de las principales tenerías de Galicia hasta la Primera Guerra Mundial. Siguió funcionando hasta finales de los años sesenta, cuando cierra definitivamente. Hoy no quedan restos de la fábrica, que fue demolida para construir viviendas.