En Galicia la malla era más que un trabajo. Llegó ser uno de los encuentros más esperados del año, ya que no sólo trabajaban los dueños de la finca, sino que se juntaban vecinos y vecinas y familiares. El trabajo finalizaba con una comida comunal y festiva.
En las parroquias que bañan el río Santa Lucía y sus afluentes aún recuerdan con nostalgia las mallas que, desde hace siglos, se vinieron celebrando hasta los años 60-70 del siglo pasado.
Se hacía a finales de julio o primeros de agosto, cuando más calentaba el sol, y se daban las mejores condiciones para cortar el cereal y secar la paja.
La siega del cereal (trigo, centeno etc.) se hacía con la hoz dejando los montones en el canal de la finca unas horas para que secaran al sol. Luego se cogían los mejores montones, sacándoles las hierbas e igualándolas bien, y se ataban con paja para hacer el montón o atada (“monllo” en galego). Cuando tenían varias atadas, cogían el “vencello” (artilugio de madera con forma de cuerno ) y los ataban de pie en grupos formando pajares (“medas” en gallego) en la finca. Las “medas” se subían al carro para ser transportadas a la era, donde se levantaban los pajares pequeños (les llamaban “medeiros”).

En el pajar pequeño o “medeiro”, iban colocándose grupos grandes de atadas (“monllos”); los “monllos” se agrupan de pie en círculo alrededor de un palo. Al final, el “medeiro” resultante se cubría con paja para evitar que se mojase el grano. La exposición al sol de los “medeiros” facilitaba que el grano se soltara mejor en la malla.

El día de la malla desataban los “monllos” y los colocaban en círculo con las espigas hacia el centro para golpearlos. Luego se separaba la paja y el cereal se medía y se limpiaba con cribos diversos que eliminaban los restos de paja, polvo y arenas que pudieran quedar. «Limpio de polvo y paja» es una frase relacionada con la malla que data del medievo, cuando los señores exigían que el grano se les entregase limpio de todo. Una vez que el grano está limpio se guarda en arcas a la espera de llevarlo a moler al molino a medida que se vaya precisando para hacer pan, empanadas y dulces.
La malla fue desapareciendo en los años 60 del pasado siglo.
A finales del verano se hacía el deshojado. Deshojar era la operación de limpiar las mazorcas de maíz de las hojas que las envuelven. Con estas hojas secas, tiempo atrás se confeccionaban los colchones para dormir, que se renovaban todos los años
La gente que los usó habla con cariño de ellos:
«Claro está, hacía mucho ruido cada vez que te movías, pero si te metías en la cama, empezabas a moverte para hacer un nido, de manera que acababas rodeada por el colchón bien calentita». En aquel rural nada se desperdiciaba.
Antes de la malla, si había atillos dañados se ponían en balas, lo que consiste en enderezarlos poniendo unos encima de los otros, porque para golpear bien el trigo era conveniente que estuvieran derechos.
La trilla o malla es la operación de golpear el cereal (trigo, centeno, avena) con un martillo de madera con la finalidad de separar el grano de la paja. Se hace sobre un suelo preparado para la malla, llamado era. Días antes de la malla, se preparaba al aire libre un terreno aplanado y limpio, en el que echaban el «manlli», una mezcla de bosta de vaca con agua creando una pasta que se dejaba secar hasta que se endurecía a modo de una especie de cemento, para recoger el grano y que no se mezclara con las piedras y arena del suelo. La era debía estar en un lugar de la casa, si era individual, o de la aldea, si era comunitaria, bien soleado y aireado, para que secaran bien las medas y poder limpiar el grano en la operación de aireado.